Es obediente con su marido y le demuestra respeto 

La fiel musulmana siempre obedece a su marido en tanto no se involucre ningún pecado. Ella es respetuosa y siempre está dispuesta a complacerlo y hacerlo feliz. Si él es pobre, no se queja. Tampoco se queja de su trabajo en el hogar porque recuerda que muchas de las mujeres virtuosas de la historia islámica establecieron un ejemplo de paciencia, bondad y actitud positiva, al servir a sus maridos y cuidar de sus hogares, a pesar de la pobreza y las dificultades que enfrentaron. Una de las más destacadas esposas ejemplares fue Fâtimah Az Zahrâ', la hija de Muhammad (B y P) y esposa de ‘Ali Ibn Abî Tâlib (R). Ella solía quejarse del dolor en sus manos por triturar granos con el mortero. Su esposo ‘Ali Ibn Abî Tâlib (R) le dijo un día: "Tu padre ha comprado algunas esclavas, puedes ir y pedirle una para que venga y nos sirva". Ella fue hacia su padre, pero sintió demasiada timidez para pedirle lo que quería. ‘Ali, entonces, fue y le pidió que le proporcionase una sirviente para su amada hija. Pero el Profeta (B y P) no podía corresponder a aquellos que eran más caros en sentimientos a él mientras ignoraba las necesidades de los pobres entre los musulmanes. Por eso fue a la casa de su hija y su esposo, y les dijo: "¿No os he enseñado algo mejor que lo que me pedisteis? Cuando os acostéis a la noche, repetid: 'Subĥânallah' treinta y tres veces, 'Al Ĥamdulillah' treinta y tres veces, y 'Allahu Akbar', treinta y cuatro veces. Esto será mejor para vosotros que tener una sirviente".

Después se despidió y abandonó el lugar, luego de infundir en ellos esta ayuda divina que los haría olvidar su fatiga y los ayudaría a superar su agotamiento.

‘Ali (R) comenzó a repetir las palabras que el Profeta (B y P) les había enseñado. Luego comentaría: "Nunca dejé de hacer esto, luego de que él me enseñó estas palabras." Uno de sus compañeros le preguntó: "¿Ni aún en la noche de Siffîn?" Él contestó: "Ni aún en la noche de Siffîn." [1]

Asmâ' Bint Abî Bakr As Siddîq sirvió a su marido Az Zubair y cuidó de la casa. Su marido tenía un caballo al cual ella cuidaba alimentándolo y ejercitándolo. Ella también arreglaba la cubeta de agua, hacía pan y transportaba dátiles sobre su cabeza desde una larga distancia. Al Bujâri y Muslim relataron este hecho según sus propias palabras:

"Az Zubair se casó conmigo sin poseer riquezas, ni esclavos, nada, excepto su caballo. Yo solía alimentar a su caballo, cuidarlo y ejercitarlo. Además, trituraba huesos de dátiles para alimentar a su camello. Solía traer agua y reparar la cubeta, y estaba acostumbrada a hacer el pan, pero no podía hornearlo. Por ese motivo, algunas de mis vecinas, que eran mujeres amables, solían hornearlo por mí. También estaba acostumbrada a llevar dátiles sobre mi cabeza, desde el jardín que el Profeta (B y P) la había dado a Az Zubair, y este jardín estaba a dos tercios de un farsaj de distancia (más de un kilómetro). Cierto día, regresaba con los dátiles sobre mi cabeza, y me topé con el Mensajero de Allah, junto un grupo de sus compañeros. Él me llamó, ordenó a su camello sentarse para que pudiera montar detrás de él. Le dije a (Az Zubair): 'Me sentí temerosa porque sé que tú eres un hombre celoso.' Él dijo: 'Peor para mí es verte cargar los dátiles sobre tu cabeza que verte montar detrás de él'. Tiempo después, Abû Bakr me envió una sirviente, quien me alivió de tener que cuidar al caballo; y fue como si me hubieran liberado de la esclavitud". [2]

La auténtica musulmana se dedica a cuidar de su casa y de su marido. Ella conoce los derechos de su marido sobre ella, y cuán grandes son éstos, tal como fueron confirmados por las palabras del Profeta:

"A ningún ser humano le está permitido prosternarse ante otro, pero si esto fuera permitido, yo hubiera ordenado a las esposas prosternarse ante sus esposos, debido a la magnitud de los derechos que ellos tienen sobre ellas". [3]

Y:

"Si pudiese ordenar a alguien prosternarse ante alguna otra persona, yo ordenaría a las mujeres a prosternarse ante sus maridos." [4]

‘Â'ishah (R) preguntó al Mensajero de Allah: "¿Quién tiene los mayores derechos sobre una mujer?" Él dijo: "Su marido". Ella preguntó: “¿Y quién tiene los mayores derechos sobre un hombre?" Dijo él: "Su madre." [5]

Una mujer fue a preguntarle al Profeta (B y P) sobre un asunto. Y cuando él trató el mismo, le preguntó: "¿Tienes esposo?" Ella dijo: "Sí." Él le preguntó: "¿Cómo estás con él?" Ella contestó: "Nunca deje de cumplir con mis deberes, salvo aquello que está fuera de mi alcance." Él dijo: "Presta atención a cómo le tratas, pues él es tu Paraíso y tu Infierno." [6]

¿Cómo puede quejarse la musulmana de cuidar su casa y su marido después de escuchar estas palabras de guía profética? Ella debe cumplir sus deberes domésticos y cuidar de su marido con un espíritu alegre, ya que no está llevando una carga tediosa, ella está trabajando en su hogar, sabiendo que recibirá la recompensa de Allah (Alabado y exaltado sea).

Los Saĥâbah (R) y quienes los seguían comprendieron esta enseñanza islámica y la transmitieron del Profeta (B y P). Cuando una novia se preparaba para el matrimonio, se le decía que sirviera a su futuro marido y cuidara de sus derechos. De esta manera, la mujer musulmana sabía los deberes para con su marido, y con el correr del tiempo el cuidado de su esposo y ser una buena esposa fueron atributos establecidos como propios de la mujer. Un ejemplo de este hecho, es lo dicho por el faqîh al ĥanbali Ibn Al Yauzi en su libro Aĥkâm An Nisâ' (p. 331): En el segundo siglo de la Hégira vivía un hombre recto llamado Shu‘aib Ibn Ĥarb que acostumbraba ayunar y pasar sus noches en oración. Él quería casarse con una mujer, y un día le dijo humildemente: "Yo soy un hombre de mal temperamento". Ella le respondió con discreción e ingenio: "Quien te haya hecho perder el temperamento es peor que tú". Al decir eso, él se dio cuenta que estaba ante una mujer inteligente, prudente y madura. Inmediatamente le dijo: "Tú serás mi esposa".

Esta mujer tenía un claro entendimiento de cómo llegar a ser una buena esposa, y así se lo confirmó al hombre que vino a pedir su mano al demostrarle que era una mujer que comprendía la psicología y la naturaleza de su marido y sabía lo que le agradaría y lo que lo disgustaría. Ella también era capaz de ganar su corazón, su admiración y respeto, y por otra parte, con esta actitud, cerraba las puertas a toda posible fuente de conflicto que pudiera quebrantar su vida matrimonial. La mujer que no comprenda estas realidades no es digna de ser una esposa exitosa, ya que su ignorancia y sus defectos pueden provocar que su marido pierda la calma. En este caso, ella será peor que él, al ser la causa directa de su enojo.

La musulmana discreta jamás se asemeja a esta clase de mujer. Ella ayuda a su marido a tener buen carácter, desplegando diferentes tipos de inteligencia, destreza, y agudeza en la forma de tratarlo. Esto hace que él abra su corazón a ella y provoca su cariño, porque ser una buena esposa no es sólo una cualidad de la cual pueda jactarse entre sus amigas, sino que también es una obligación religiosa por la cual Allah (Alabado y exaltado sea) la llamará a dar testimonio: si lo ha hecho bien, será retribuida; en cambio, si resultó insuficiente, ella deberá pagar una pena.

Una de las formas más importantes por la cual la musulmana obedece a su marido es respetando sus deseos en lo que concierne a los placeres permitidos de la vida diaria, tales como: visitas sociales, comida, vestimenta, conversación, etc. Cuando ella responda a sus deseos en dichos asuntos, la vida en pareja se volverá más feliz y agradable, y será más próxima al espíritu y las enseñanzas del Islam.

La musulmana no olvida que la obediencia a su marido es una de las cosas que pueden llevarla al Paraíso, como lo dijo el Profeta (B y P):

"Si una mujer reza sus cinco oraciones diarias, ayuna el mes de Ramadân, obedece a su esposo y guarda su pureza, entonces le será dicho: 'Entra al Paraíso por la puerta que desees'". [7]

Umm Salamah (R) dijo:

"El Mensajero de Allah (B y P) dijo: 'Toda mujer que muera, y su marido haya estado complacido con ella, entrará al Paraíso'". [8]

El Profeta (B y P) trazó un lúcido y encantador cuadro de la esposa musulmana: de buen comportamiento, de buena disposición, cariñosa y justa, alguien que será feliz tanto en este mundo como en el próximo:

"¿Queréis que os hablé sobre vuestras mujeres en el Paraíso?". Nosotros dijimos: "Por supuesto, Mensajero de Allah". Dijo él: "Serán fértiles y cariñosas. Si se enfurecen o son maltratadas, o su marido se pone furioso, ellas dirán: 'Mi mano está en tu mano; yo no dormiré hasta que no estés complacido conmigo'". [9]

La fiel musulmana sabe que el Islam ha multiplicado su recompensa por obedecer a su marido, y ha hecho de este acto un medio por el cual puede ser admitida en el Paraíso. El Islam también advirtió a toda mujer que se desvíe del sendero de la obediencia matrimonial y descuide la atención de su marido que será culpable de pecado e incurrirá en la ira y la maldición de los Ángeles.

 

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[1] Ver Fatĥ Al Bâri', 7/71, Kitâb fadâ'il as saĥâbah, bâb manâqib ‘Ali Ibn Abî Tâlib; Saĥîĥ Muslim, 17/45, Kitâb adh dhikr ua ad du‘â', bâb at tasbîĥ auual an nahâr ua ‘inda an naum. 
[2] Ver Fatĥ Al Bâri', 9/319, Kitâb an nikâĥ, bâb al gîrah. 
[3] Relatado por Aĥmad y Al Bazzâr; los hombres de su isnâd son Riyâl as saĥîĥ. Ver Mayma‘ az zauâ'id, 9/4, Bâb ĥaqq az zauy ‘ala al mâr'ah. 
[4] Ĥadîz ĥasan saĥîĥ, narrado por At Tirmidhi, 2/314, en Abuâb ar ridâ‘. 
[5]Relatado por Al Bazzâr con un isnâd ĥasan. Ver Mayma‘ Az Zauâ'id, 4/308, Bâb ĥaqq az zauy ‘ala al mar'ah. 
[6] Relatado por Aĥmad y An Nasâ'i con un isnâd yaiid, y por Al Ĥâkim, quien dijo que su isnâd era saĥîĥ. Ver Al Mundhiri, At targîb ua at tarhîb, 3/52, Kitâb an nikâĥ. 
[7] Relatado por Aĥmad y At Tabarâni; sus narradores son ziqât. Ver Mayma‘ Az Zauâ'id, 4/306, Bâb ĥaqq az zauy ‘ala al mar'ah. 
[8] Ibn Mâyah, 1/595, Kitâb an nikâĥ, bâb ĥaqq az zauy ‘ala al mar'ah; Al Ĥâkim, 4/173, Kitâb al birr ua as silah; él dijo que su isnâd es saĥîĥ. 
[9] Relatado por At Tabarâni. Sus narradores son aquellos cuyos relatos fueron aceptados como saĥîĥ. Ver Mayma‘ Az Zauâ'id, 4/312. 

 

 

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